La necesidad y el deseo de salir adelante para apoyar a su familia fue el impulso que necesitó Javier Antonio Rodríguez López, de 46 años, para emprender un negocio de quesillos, que ha establecido exitosamente en Rivas.
POR LESBER QUINTERO
Su producto es conocido como Quesillos Javier, y ha cobrado notoriedad en la ciudad de los mangos, ya que hasta empresas, universidades y alcaldías hacen pedidos, para distribuir este platillo típico en sus respectivos eventos.
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De acuerdo con Rodríguez, desde su infancia ha estado involucrado en el mundo de pequeños negocios.
De acuerdo con Rodríguez, desde su infancia ha estado involucrado en el mundo de pequeños negocios.
“Mi mamá era de escasos recursos y vendía vaho y vigorón en el parque de Masaya y yo, al ser el mayor de sus seis hijos, buscaba cómo ayudarle vendiendo platanitos fritos en bolsitas y así crecí con esta picardía para los negocios”, afirmó Rodríguez.
Cuenta que, cuando las ventas disminuyeron en Masaya, la necesidad de salir adelante lo llevó hace 27 años a explorar la venta de platanitos en Rivas, y se quedó en esta ciudad y estableció su negocio de quesillos.
“La venta de platanitos era buena y la bolsita costaba un córdoba y de las ganancias pagaba el alquiler de casas y mis gastos personales; le ayudé a hacer la casa a mi mamá, pero la pobreza lo motiva a uno a explorar en busca de mejores oportunidades y así logré llegar al negocio de los quesillos hace 18 años”, reveló el emprendedor.
Fue una cuñada quien le mostró el negocio de los quesillos y la venta la inició ubicándose con una batea, en una esquina del costado sur del supermercado Palí de Rivas.
“El inicio fue duro, porque trataron de sacarme del lugar, pero mi objetivo era hacer el punto y dar a conocer mi producto, mi marca y al final lo logré”, dice Rodríguez.
Como parte del éxito, los quesillos acompañados de tiste u otros refrescos, se han extendido hasta uno de los módulos del malecón de San Jorge, dónde aspira captar a comensales nacionales y extranjeros que visitan la paradisíaca Isla de Ometepe.
“Gracias a Dios, el Señor me ha bendecido mucho, porque los quesillos han sido un éxito y me han permitido establecer este negocio familiar en el que mi hermana es mi mano derecha”, detalló.
Según el emprendedor, el costo del quesillo varía de acuerdo al tamaño y oscila entre C$20 y C$ 30 y, en promedio, logra comercializar 200 unidades al día en los puestos fijos, mientras que en el estadio ha llegado a vender hasta 1,000 quesillos y, producto de las ganancias, logró adquirir su propia vivienda en Rivas.
“En los eventos de instituciones o piñatas, los pedidos oscilan entre 300 y 350 unidades y creo que mi éxito ha sido la buena presentación del producto, la pasión con la que elaboro el encurtido de cebollas, dar el punto de sal adecuada y agregar un suplemento especial a la crema”, concluyó el emprendedor.
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