Lino Rodríguez Hurtado, de 39 años, es reconocido en la ciudad de Rivas por prestar un servicio poco común. Más que un trabajo, dice que lo suyo es una vocación. Él es cochero de difuntos.
La primera vez que tomó las riendas de un coche fúnebre halado por caballos fue una casualidad. Dice que le atrajo la labor y decidió continuar.
LESBER QUINTERO
A Rodríguez se le ve con frecuencia encabezando el cortejo fúnebre de aquellos que han cumplido su paso por la tierra y requieren hacer su último viaje.
A los funerales se presenta vistiendo camisa blanca manga larga, corbata, zapatillas negras y pantalón oscuro, “pero también arreglo con sus respectivos atuendos a los caballos y el coche fúnebre”, indica.
El coche es propiedad de don Leoncio Lúquez, con quien el cochero se reparte equitativamente los ingresos que genera el servicio.
Sonriendo cuenta que su labor inició a mediados de 2015, cuando tres hermanos de apellido Mongalo lo contrataron para que condujera un coche fúnebre en el municipio de Tola.
“Yo en ese entonces ya tenía mis dos coches en los que ofrezco el traslado de pasajeros en Rivas, y los hermanos Mongalo habían contratado un coche especial para facilitar el traslado de un difunto en Tola, pero no tenían el conductor y me buscaron a mí. Así me inicié en esta labor, y me gustó”, recuerda.
Según Rodríguez, cuatro meses después la familia Lúquez le propuso que trabajaran ofreciendo el servicio de coche fúnebre. Aceptó y desde entonces su presencia en los funerales se volvió frecuente.
“Es un trabajo humanitario y doloroso, porque nadie quisiera tenerme en su casa para sacar y trasladar al cementerio un féretro, pero es una labor oportuna, que realizo con mucho esmero y me hace ubicarme en el lugar de las familias que han perdido a un ser querido, y a las de escasos recursos”, relata.
Rodríguez afirma que el servicio del coche fúnebre ha cobrado popularidad en la ciudad de Rivas, reemplazando la tradición de cargar los ataúdes en hombros.
“Mucha gente ahora me conoce por este servicio de coche fúnebre. Me ha tocado ir a brindar el servicio a San Juan del Sur, Potosí, San Jorge, Tola, Ochomogo y hasta Diriomo”, agregó.
Lamenta que los que más abordan su coche sean personas fallecidas en accidentes de tránsito y especialmente jóvenes.
El entierro de un padre y su hijo que murieron en Diriomo, Granada, es uno de los casos que más lo ha conmovido, refiere.
Realizar el último viaje a bordo de un coche puede costar entre 400 y 1,500 córdobas. “Nosotros estamos disponibles los siete días de la semana y mis tres caballos con los que brindó el servicio están adiestrados para realizar este trabajo y les brindo la alimentación y cuido requerido para que tengan buena presentación”, concluyó Lino Rodríguez habitante de Calle Palmira, de esta ciudad.
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