lunes, 8 de enero de 2018

El restaurador del tiempo

Reparar y alargar la vida a los relojes que han dejado de marcar la hora es un oficio que el rivense Juan José Briceño Coronado conoce a la perfección y que no está dispuesto a abandonar.
Lesbert Quintero 
Cuarenta de sus 62 años de vida los ha dedicado al arte de reactivar las agujas de viejos relojes. Es su pasión y tiene la certeza de que la relojería es un negocio vigente, pese a la tecnología y la modernidad.
“Este es un trabajo apasionante e intenso que me atrajo cuando tenía 22 años, desde entonces me dedico a reparar relojes y siempre tengo clientes interesados en restaurar un reloj y embellecerlo por fuera, ya que la hora no pasará de moda nunca y siempre habrá quien desee portar el tiempo exacto en su muñeca”, expresa Briceño Coronado.
Además el reloj es “una prenda que añade estilo”, comenta.
Sentado frente a su pequeño taller de relojería, en el costado sur del anexo del mercado de Rivas, Briceño Coronado sostiene que la relojería sigue siendo rentable, aunque admite que la demanda ha disminuido.
Antes de descubrir su talento para la relojería, Juan José Briceño Coronado se dedicó a labores agrícolas en el municipio de Belén, en Rivas, de donde es originario. Luego probó suerte en la sastrería y ebanistería, pero su vocación la descubrió tras tener el primer contacto con las manecillas de un reloj.
“Yo aprendí leyendo folletos de relojería y luego un primo y un tío me pulieron mediante la práctica, y en 1980 entré a trabajar a una joyería ubicada donde actualmente son las oficinas de Correos de Rivas. Posteriormente instalé mi propio negocio con el que he criado a mis ocho hijos y brindo apoyo a mis padres”, refiere.
Cuando comenzó en el oficio, la reparación de un reloj costaba entre 10 y 15 córdobas. “En la actualidad el servicio de reparación oscila entre 200 y 400 córdobas, según la avería y el 80 por ciento de los servicios corresponden a relojes de batería y otro 20 por ciento a los automáticos de cuerda”, detalla Briceño Coronado.
Este relojero presta entre 10 y 12 servicios por día. Cuando la demanda es “regular” regresa a casa con 500 córdobas y en días buenos contabiliza hasta 1,200 córdobas.
Tras cuatro décadas reparando el tiempo, Briceño Coronado revela que lo más difícil de este trabajo es desarmar un reloj, porque requiere de mucha precisión, ya que se compone de minúsculas piezas. Sus aliados a lo largo de estos años son sus pinzas, un desarmador, una lupa y su fascinación por la relojería.


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